viernes, 22 de febrero de 2013

PAGINA 2


La reforma educativa y la conjura de la mediocridad

Humberto Santos Bautista*

 La reforma educativa abre un espacio de debate que no había merecido en los últimos años el tema de la educación en México. Quizá porque esta circunstancia sólo confirma que desde el poder la tarea de educar se sigue mirando con desprecio, y que el sistema educativo mexicano se ha vuelto –para decirlo parafraseando al gran liberal del siglo XIX, Valentín Gómez Farías–, inútil, irreformable y pernicioso, porque ya no tiene capacidad para responder a las necesidades de la sociedad global de nuestro tiempo, ni para enfrentar los desafíos que representan el desarrollo exponencial de los nuevos lenguajes de la ciencia y el de las nuevas tecnologías.

El actual sistema administrado por la SEP sigue siendo una especie de “elefante reumático” –así lo definía Jesús Reyes Heroles–, y en los hechos, está pagando los costos que ha significado el haber permitido una especie de “colonización de la educación” (Carlos Ornelas) por parte de la camarilla del SNTE, que encabeza Elba Esther Gordillo Morales, quienes se han encargado de degradar la tarea de educar, al grado de envilecer la tarea de los profesores, reduciendo el papel del educador a la de un simple y triste burócrata, sin principios y sin ética, pendiente solo de responder a los intereses de su sindicato corrupto y corruptor. Gordillo se ha ganado a pulso que grandes sectores de la sociedad mexicana la tengan identificada como el símbolo de la corrupción del país y que sea señalada como la principal responsable del deterioro de la educación pública en México.
Por eso, las luchas de resistencia de los maestros en contra de la reforma educativa del gobierno actual tienen que plantearse una autocrítica de fondo que no se puede soslayar: ¿cómo fue que durante casi dos décadas, el gobierno, los maestros, los padres de familia y la sociedad civil, le permitimos al SNTE y a su lideresa –una mujer terriblemente inculta y por añadidura corrupta–, que se hayan casi apoderado de los destinos de la educación nacional, decidiendo la política educativa, sobre todo, en el nivel básico, condenando a la mediocridad a la escuela pública? ¿Por qué tendríamos que pensar que ahora sí, Gordillo y la camarilla del SNTE están realmente preocupados por defender a la escuela pública sin que asuman sus responsabilidades en el desastre de la educación? ¿Qué no ha sido Gordillo la que ha afirmado que el SNTE ha sido el principal impulsor de los cambios que se han promovido desde el salinismo cuando se firmó el llamado Acuerdo para la Modernización de la Educación Básica y Normal (ANMEBN), y luego con Felipe Calderón Hinojosa, la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE)? ¿Alguien puede negar que han sido precisamente los acuerdos políticos que el gobierno y el SNTE han negociado en la más completa opacidad, por encima de los fines superiores que demandaba la educación pública, los que han impedido realizar una reforma educativa de fondo para aplicar políticas de Estado que se plantearan mejorar sustancialmente la calidad de la educación que se ofrece en las escuelas? ¿Qué no presumía Elba Esther Gordillo de su relación con Televisa hasta antes de que el monopolio televisivo difundieran el documental De Panzazo? El desastre educativo es responsabilidad de esa relación perversa entre el gobierno y la cúpula del SNTE, y la historia de los últimos veinte años así lo demuestra.
Por ejemplo, en 1992 con la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal, no se concretó la llamada descentralización de la educación que formalmente se anunció en ese documento signado por el gobierno federal, los gobernadores de los estados y el SNTE, sino que se limitó de pasar de un centralismo federal defectuoso a un centralismo local peor, que distó mucho de corregir los vicios del sistema educativo, los cuales terminaron por crecer de manera exponencial, cuando pasó a ser administrado por los gobiernos estatales. Lo mismo pasó con la ACE, que levantó una serie de protestas del magisterio disidente. La dirección del SNTE en su momento apoyó a la ACE, y luego empezó a hacer una serie de críticas a lo que llamó “incumplimientos” de los acuerdos suscritos con la SEP, que eran más bien la expresión de las pugnas entre la entonces secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota y la lideresa del SNTE. La costumbre de Elba Esther de negociar sólo con los presidentes de la República en turno, sobre todo con los gobiernos panistas, prácticamente demostraba que si bien la autoridad administrativa formal de la educación la tenía la titular de la SEP, el poder real era ella. Es decir, para los mexicanos, y sobre todo para el magisterio, no pasó inadvertido que con los presidentes panistas, de facto, la educación estaba en manos de una mujer que era la que mejor representaba y representa los vicios de corrupción del país. En ese marco, la reforma educativa actual también pasó por las manos de La maestra, porque no es ningún secreto su contribución que hizo para que el actual presidente ganara la elección de julio de 2012. Sin embargo, la aparente ruptura entre el SNTE y el gobierno que ha dado lugar a la oposición a la reforma educativa se dio porque por vez primera, el gobierno federal anuncia su intención de retomar la rectoría del estado, como lo declaró el presidente de la República en su primera gira por América Latina, quizá porque para el Estado mexicano resulta ya insostenible el hecho de justificar ante la sociedad mexicana el sitio privilegiado que se le ha concedido a la camarilla que domina al SNTE, con Elba Esther Gordillo a la cabeza, en un espacio tan importante y tan sensible como lo es el de la educación pública.
Sin embargo, los gobiernos panistas y priistas, siempre han manejado un doble discurso: por un lado dicen que sin una educación de calidad no tenemos ninguna posibilidad de aspirar a poner un pie en el primer peldaño de la escalera del desarrollo –lo cual es cierto–, y por otro, las evidencias demuestran que en los acuerdos que ha firmado con el SNTE lo que menos ha importado es precisamente mejorar la calidad de la educación pública que se ofrece en las escuelas.  Ni el ANMEBN ni la ACE priorizaron la calidad educativa –entendida como la formación integral de las personas y no como eficientismo–, y terminaron corrompiendo todos los programas que de ahí se derivaron: carrera magisterial, PRONAP, PNL, Escuelas de Calidad, etc., y la forma en cómo se han instrumentado en Guerrero, son un buen ejemplo.

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